GANCHIS O EL AROMA DE LAS PIEDRAS

El aroma marrón de las piedras de Ganchís que se escurren entre los dedos, untuosas y oscuras. Convierten mis ojos en linternas, mis gritos en murmullos y mis dientes en cepos. Nada me es ajeno y todo me la suda.



Mis ajenos pies me pasean por un Madrid que me la suda. Sin tiempo y delirante. Por un Madrid lleno de cepos con alientos de amanecidas y mamadas recientes. Los jovencillos no comen coños, tienen miedo al sida. Entiendo sus miedos. Tampoco tienen metas ni euros y yo relamo las piruletas calientes de carne rosa que ellos desdeñan.




Me siento, tumbado, cabezas caidas en la calle Alcalá. Alguien me come la polla. La siento lejos. No se si es un él o es un ella o es un perro o es una maldita rata. Mi polla está tan lejos que si se corre yo lo sabré mañana, cuando me despierte y todo este seco, resequísimo de Noviembres sin lluvias.

Se llama Ganchís y viene del pais de Afgania.