Cuando los días se acortan, la vida en la Colmena se hace más íntima.
La calle esta vacía de porteros que ya no charlan en la calle hasta las tantas. Ya no se escuchan la mezcla de cien músicas diversas que se escapan de las ventanas abiertas. Los ancianos no pasean. La ropa se tiende con prisa. Hay menos mierdas de perros en la acera. No hay parejas besándose entre los coches. El viento es más frío. La calle 30 sigue siendo el río que nos separa del resto del mundo. Las vecinas universitarias vuelven a montar fiestas y a sus novietes. Las putas maduras tienen pesadillas todas las noches.
Cuando deja de escuchar, durante el día, los pasos del abuelo-vecino de arriba, supone que ha muerto y se asoma a la terraza para despedirse de su alma, cuando salga huyendo de este otoño tan jodídamente íntimo de la más loca de las Colmenas.

La calle esta vacía de porteros que ya no charlan en la calle hasta las tantas. Ya no se escuchan la mezcla de cien músicas diversas que se escapan de las ventanas abiertas. Los ancianos no pasean. La ropa se tiende con prisa. Hay menos mierdas de perros en la acera. No hay parejas besándose entre los coches. El viento es más frío. La calle 30 sigue siendo el río que nos separa del resto del mundo. Las vecinas universitarias vuelven a montar fiestas y a sus novietes. Las putas maduras tienen pesadillas todas las noches.
Cuando deja de escuchar, durante el día, los pasos del abuelo-vecino de arriba, supone que ha muerto y se asoma a la terraza para despedirse de su alma, cuando salga huyendo de este otoño tan jodídamente íntimo de la más loca de las Colmenas.
