jueves, 25 de abril de 2019

A LO LEJOS

La reentrada a su pasado no fue nada escandalosa, apenas un murmullo en la noche.

Al abrir los ojos se encontró en mitad del callejón. Una pequeña arcada  nace de sus estómago y necesita apoyarse con la mano derecha en la pared fría y nocturna. Nada sale de dentro. El salto espacio-tiempo a sido pasable. Consulta la hora y se sabe en el momento preciso y en el lugar necesario.

Avanza hacia su izquierda y sale del callejón. Ante él se presenta el imponente edificio comunal. Magnífico y terrible, rodeado de sombras. Doce plantas y 60 accesos de vecinos en un barrio fronterizo de la ciudad menos amable del planeta. Frente al edificio sólo campo. Amplia estepa depositaria de basuras, electrodomésticos, cadáveres de vehículos y ratas, muchas ratas.

Avanza hacia el portal designado y recordado. Cada uno de los portales reúne a una media de trescientos vecinos. Trescientas vidas. Casi 18.000 vidas apelotonadas en pisos de 45 metros o menos. Los más optimistas lo llamarán años después diversidad demográfica y hablarán de este lugar como el  núcleo de nacimiento de personas y seres creadores que habrán de ser el origen de futuros sistemas económicos, de revoluciones sociales y culturales, de creaciones artísticas nunca antes supuestas. Mezcla para aumentar el sabor. Mezcla para aumentar la empatía. Mezcla para aumentar la humanidad. Mezcla para obtener colores y genes más puros y resistentes.

Asciende la calle. A su derecha los pequeños contenedores de basura que serán recogidos en apenas dos horas por el servicio municipal de limpieza ya reciben a las primeras ratas. Enormes como gatos. No se asustan con facilidad. Tienen hambre y saben que este es restaurante de comida rápida, su autoservicio gratuito.. Los responsables de la recogida han sido atacados en varias ocasiones y ahora lucen armas en su cintura, por seguridad.

A su izquierda una hilera de pequeños negocios con cierres de metal que durante el día abastecen a todas las personas que duermen sobre ellos. Panaderías, mercerías, farmacias, zapateros, supermercados, bares, kioskos, peluquerías, mas bares... y para los nocturnos, siete locales donde se mezclan mujeres y hombres que dan servicios de sexo y cama a otras mujeres y hombres que vienen a los bajos de este edificio desde otras zonas de la ciudad donde no se permiten estos locales, donde los niños van a colegios de curas en uniformes azules y las niñas van a colegios de monjas con uniformes grises.

Ya ha llegado. Comprueba el número. Por un instante se agolpan en su recuerdo olores de vecinos, rostros de cocinas, pasamanos oscuros que ascienden a otros pisos, gritos desde las terrazas, ropas tendidas en los patios interiores recubiertos de terrazas donde siempre huele a aceite caliente y donde el sol entra de tres a cuatro de la tarde en la terraza que mejor recuerda, en la que aprendió como quemar hormigas con lentes de lupas que se retorcían cuando el haz de luz de sol concentrado se acercaba llegando a su abdomen y ese liviano hilo de humo que salia de ellas al explotar.

No utiliza el ascensor. Mejor las escaleras. En silencio. Aun no hay sistemas automáticos de detección de movimiento que activan las luces en cada planta. Aun no hay cámaras que graban las 24 horas. Y el edificio duerme como un monstruo enorme , casi dulce, con las vidas durmientes de tantas personas dispuestas a soñar.

En la planta uno recuerda a la mujer coja que siempre sonreía y le acariciaba la cabeza al pasar. 1º C.

En la planta dos recuerda a la niña que practicaba piano sobre un dibujo en una cartulina negra. 2º A.

En la planta tres recuerda a una pareja de hombres, ya ancianos, que se hacían pasar por amigos obligados a compartir casa debido a lo escaso de se economía domestica y que se besaban a escondidas cuando tendían la ropa en las terrazas interiores cuando suponían que nadie les miraba. 3ºA,

En la planta cuatro su primer funeral. Con siete años bajó con su madre al velatorio de la que había sido en tiempos una afamada bailarina de cabaret, después amante de un señor que la compró este piso y donde venia a verla hasta que la edad le arrebató la belleza de su cuerpo y la mirada felina de su cara. Piso donde ofreció su cuerpo durante años a otros y otras por poco dinero y algo de cariño. En este noche aun esta viva y al pasar por su puerta el reconoce el olor a su perfume añejo. 4ºD.

Sonríe y sigue subiendo piso tras piso. Recuerdo tras recuerdo. El edificio respira y el reconoce ese ritmo.

Por fin llega a la puerta. Consulta el medidor de tiempo. Todo es correcto. Es sólo entrar, recorrer el pasillo. abrir la tercera puerta de la izquierda, acercarse a la cama de de derecha, descubrir el rostro del niño que duerme girado siempre hacia de izquierda, comprobar su identidad y matarlo.

Lo hará rápido y evitará años posteriores de asaltos, violaciones, mordiscos vaginales, sangre por todas partes, sonrisas rotas, llantos de hombres, alaridos de mujeres, ojos sobre el tapete, dobles vidas, amores imposibles, trozos de carne de muslos en el congelador, gastronomía de gente, esconderse, huir, temblar de gozo y de dolor. Cientos de muertes. Encontrar el amor verdadero por fin. Amarla. Perderla. Matarla. Comerla y nunca poder olvidarla y dolor de nuevo al fondo, a lo lejos del alma. Detenido. Confinado. Estudiado. Juzgado. Condenado. Ajusticiado. Su cerebro criogenizado. Rehabilitado siglos después en un cuerpo sintético por un error de documentación. Sorprendido por su nueva existencia y de nuevo el hambre y también el dolor.

Descubre en su nuevo presente que se puede regresar. Que el viaje al pasado es una realidad lúdica en una civilización pacífica y curiosa. Le sonríen al solicitar una vuelta momentánea y curiosa: una hora para el juego de observar el pasado. Pide que sea bien avanzada la noche. Le indican que la noche en aquel siglo era aburrida, poco que ver. y al final consigue su  viaje.

Salto atrás en el tiempo. Toda una experiencia.

Arrodillado frente al niño que respira apacible no reconoce en él a la abominación que se gesta dentro de su cuerpecito. No se reconoce en él pero sabe que no debe dejar que avance más. Es su venganza sobre si mismo. Fin al dolor. Fin al niño, al monstruo y al hombre sintético con cerebro de otro siglo.

No puede evitar disfrutarlo y decide ahogarlo con sus manos. Ahogarse con sus manos. El niño deja de respirar primero, él un instante después.

En la calle las ratas siguen cenando, grandes como gatos.


martes, 16 de abril de 2019

EMPAÑANDO VENTANAS

Vamos a empañar las ventanas
por dentro,
corazon.

Que no mire nadie.

Que no entre nadie.

Que las callejas
se llenen
de aires que arranquen
con furia
paredes y llaves.

Y mirarás desnuda
el baile
sin tiempo
que sabemos
de antes.

Vamos a empañar las ventanas
por dentro,
corazón.

Que ahí fuera
no hay
nadie.

martes, 9 de abril de 2019

EL UNICORNIO

Mandibulas apretadas
labios al cielo
rugiente en la noche
absurdo en los dias.

Sin aires
con vertigos
sin quimicas
pisoteando
el rumor inmenso del suelo de años
rodillas arriba
talones heridos
círculos
círculos
círculos
y
pelos
pelos
pelos

Un grito
pausa.

El unicornio no vendrá mi niña
lo cenamos anoche
tras meses de hambruna.




martes, 2 de abril de 2019

PERSPECTIVAS

Antes de bajarse del autobús de linea miró hacia afuera.

- Demasiado campo.

Baja los tres escalones metálicos que separaban la seguridad del autobús de la incertidumbre de una vida nueva, lejos de todo y de todas. Saca su maleta del estomago abierto del Mercedes Benz Turiclass tirando con fuerza y separándola del resto del equipaje que parecía querer que se quedara.

- Al menos alguno de los dos sabe hacer amigos.- se dice para sus adentros.

La deja en el suelo, entre sus piernas. Enciende el primer cigarro del resto de su vida. Ha decidido volver a fumar. Su boca no asimila bien el momento, sabe a mierda quemada, y sus pulmones protestan en forma de tos perruna.

- Deseo conseguido, y sin genio ni lámparas..- dice la cabeza cortada de su amante que reposa envuelta en papel burbuja dentro de la maleta.

- No me gusta el campo.- dice la cabeza cortada del marido de su amante que reposa envuelta en papel de burbuja dentro de la maleta y alejada de su ex-pareja por ropa interior sin planchar, camisetas de colores y dos pantalones vaqueros bastante usados.

- No me gusta, no me gusta, no me gusta.- responde ella con una voz agudísima que intenta parecerse a la de él pero de un modo abiertamente burlón.

- Cállate zorra. Si aun tuviera brazos volvería a ahogarte de nuevo

- Cállate zorra.. cállate zorrita... auuuuuu.- ella aúlla y se ríe estridente.- Que no me ahogaste tu, IMBÉCIL. Yo ya estaba muerta tras la caída por los escalones y como siempre has sido un tipo absurdo y sin cerebro te pusiste a asfixiarme cuando ya ni me enteraba... como siempre, un inútil haciendo inutilidades.

Les oye sin querer oírlos. Da una patada a la maleta y cesa la conversación. Cuando tenga un momento sabe que ve a tener unas palabras con ellos. El respeto y la educación son importantes,  aunque estés muerto.

Deja que el autobús de aleje. Siempre le gustó ver cosas o personas que se alejan o acercan. El juego de la perspectiva siempre había animado los mejores momentos de su vida. El coño de su madre alejándose tras su nacimiento, la teta de su madre acercándose para la primera copa, el abrigo de su madre alejándose para siempre con aquel tipo barbudo, las bofetadas en las casas de acogida acercándose constantes y contundentes, el beso acercándose lento de aquella maestra de parvulario que el metió su primera lengua en la boca.. o era un maestro??... Vida de perspectivas, cosas que se mueven.

Tose de nuevo y escupe con fuerza. No hay sangre en el suelo.

- Diez sobre diez.

Parpadea cinco veces. Deja los ojos cerrados cinco segundos. Cuenta otros cinco mientras los abre. Sus pestañas, como un fantástico telón de una pantalla de cine inmenso al retirarse, le muestran su nuevo espacio de vida.

Una parada de bus en medio de una nada repleta de pinos, o alcornoques, o olmos... o sauces llorones. Arboles, cosas verdes que respiran. Recuerda haber visto este tipo de árbol en alguna de las casas en las que ha pernoctado, o robado, pero en pequeño... si un bonsai de esos que las señoras riegan después de haber follado hasta la extenuación y que cuidan como a hijos que no pueden salir huyendo.

Sabe que tiene que andar por la carretera hacia el este. Esto si se le da muy bien, el este es por donde amanece y él de amanecidas sabe mucho, no siempre entero, no siempre sobrio, no siempre solo, no siempre con la nariz rota o el puño dolorido, pero "el este" es el punto donde todo comienza de nuevo.

- Un paso, dos pasos, tres pasos.- murmulla bajito.

El aire puro entra en sus pulmones y cauteriza, de golpe, años de golpes.

O eso le parece a él.