- Hola. Me han llamado. Soy el artista.
- Gracias por venir. Los médicos le dan pocas horas más, y pensábamos que usted ya no...
- Yo siempre llego a tiempo... es mi trabajo.
- Si , entiendo... Pues cuando usted quiera puede pasar...
- Gracias. Con su permiso...
- Un momento antes... el costo de su trabajo... simplemente para tenerlo preparado.
- No se preocupe por eso... él lo dejo todo pagado.
Cruzo la puerta sintiendo mil pares de ojos sobre mi espalda encorvada, mis andares patizambos y mi rostro cadavérico. La cierro tras de mi.
El me mira con ojos hundidos y sé que su alma brilla por dentro.
Los de fuera han sentido el asco de los vivos hacia los que trabajamos en el umbral de la muerte.
Aquí dentro, junto al enfermo, mi espalda se levanta, mis piernas lucen esbeltas y mi rostro pierde su mascara de vida y luce la de un jovenzuelo picarón.... es magia.
Acaricio su cabeza de 90 años. Suda ligeramente, respira ligeramente, vive ligeramente.
Miro su ficha. Señor XXXXXXX. Soltero. Profesor universitario. Los demás datos me han permitido escoger el material adecuado para estos sus últimos instantes. Sus ojos aún más brillantes. Sabe que se acerca el momento y está contento porque he llegado y le acompañaré hasta que termine. Nos conoció por amigos. Nosotros no estamos en la páginas amarillas.
Coloco los cascos del mp3 en sus grandes orejas de moribundo.
Play.
Sus ojos se cierran con los primeros compases. Un estremecimiento recorre su cuerpo. Su piel se eriza y su rostro se relaja. Sonríe.
Con el lápiz moldeo la flacidez de sus labios. Rojo Corinto. Color a las arrugadas cuencas de sus ojos. Estiro sus escasas pestañas. Maquillo su frente y sus pómulos. Pinto un lunar en la comisura de su boca. Peino su calva. La música continua. Yo no la oigo pero la siento a través de su piel.
- Seis minutos..- le digo al oído.
Abriendo los ojos y levantando la mano me indica que me acerque a él. Es apenas un levísimo murmullo.
- Gracias....
Respiro hondo. Abro mi camisa, cojo su mano derecha y la acerco a mi pecho desnudo. De nuevo cierra los ojos. Su mano apenas se mueve. Su respiración se acelera. Su sonrisa se hace tremenda, macabra, lúcida, espléndida.
La canción avanza y sé que el recorre en escasos minutos otra vida paralela de 90 años en la que su final es bajo la forma de la mujer que siempre quiso ser junto al hombre que siempre amó a una distancia considerable. Tarareo mientras dejo que se termine.
Con los últimos compases, ultimas bocanadas de aire... Aprieto su mano en mis manos... La última... el aire entra... y sale para siempre... se terminó.
Fin.
Sin más.
Borro el maquillaje de su cara, el lunar, el rimel, el lápiz de labios.. y borro su sonrisa.
Retiro el lector de mp3.
Acaricio su rostro... puedo verlo bello... es magia.
Una hora más tarde, cuando los de fuera entran preocupados, sólo queda su cadáver en la habitación y el sonido de patitas de cucaracha desapareciendo por las grietas del baño.
Somos muchas... pero algunas... sabemos murmullar.