El Bala la recoje en la puerta de Atocha recien llegada de su vida. Son las 22:00 en punto.
- ¿Llevas la pasta?.- pregunta el Bala sin mirar atras.
- Eran 1000 euros... aqui... toma, cójelos.
El Bala se guarda la pasta en la bragueta. Arranca el Citroen y sale haciendo ruedas hacia La Castellana.
- Guapa, ponte la máscara que hay a tu lado.
- No tiene ojos... no podre ver.
- De eso se trata. Para eso pagas.
Ella se la coloca. Lo último que ve es el edificio Metrópoli, entre Gran Via y Alcalá.
El coche para un poco despues. La puerta de su izquierda se abre. Una manos la invitan a salir. Baja del coche y cruza una puerta. El sonido de la calle se atenua. Baja unas escaleras. Al fondo suena una guitarra.
La sientan. Ella reconoce en la canción al Cucamusiketa
- ¿ Eres tu ?... pregunta.
La guitarra rie.
Ante ella hay una mesa con los manjares que solicitó para el servicio. Huele bien. Huele a canela.
Unos dedos recorren sus labios. Huelen a vino dulce. Saben a vino dulce. Ella abre la boca y los saborea. Imagina quien es el amo de esos dedos y su coño cruje. A la vez, unas manos separan sus piernas descubriendo su raja.. fueron claros, sin ropa interior. Ella se sabe ardiente. Reconoce el tacto de una lengua humedeciendo sus muslos. En su boca el primer manjar, le acarician los labios con un higo mojado en licor de menta. Muerde. La lengua en su coño dibuja circulos.
La guitarra sigue sonando, ahora su canción.
Al higo le siguen los dátiles, las uvas, la pizza, los pétalos de rosa fritos en miel, el ajo.... uno a uno cada bocado sugerido. La lengua entre sus muslos cambia de dueño y el placer continua. Cada vez que desfallece, una lengua en su boca la acomoda de nuevo en el asiento.
La guitarra deja de sonar. Solo hay silvidos bajitos y voces que tararean murmullando.
La levantan... La suben a la mesa... Al sentarse se clava en una polla. Siente y aulla. Por el culo entra, muy despacio, otra polla perfectamente lubricada. Aulla más. Su voz se apaga con la tercera polla que entra en su boca. Su alma aulla. Una cuarta polla pasea por su hombro derecho.
Solo silvidos y murmullos murmullantes.
El universo huele a canela. La tierra huele a canela. Las cuatro pollas son canela. Barnizados en canela y almizcle original.
La noche termina al amanecer.
Cuando El Bala le deja en la puerta del AVE a las 8:00 a.m. en punto, ella se quita la mascara mientras el ruido de las ruedas chirriantes del Citroen le dicen "hasta otra".
Sus piernas apenas la sostienen... se sienta ahí mismo, en el bordillo.
Mira hacia Madrid.
Mira hacia su Sur.
Cierra los ojos...
Brama...
Sabe que volverá...

- ¿Llevas la pasta?.- pregunta el Bala sin mirar atras.
- Eran 1000 euros... aqui... toma, cójelos.
El Bala se guarda la pasta en la bragueta. Arranca el Citroen y sale haciendo ruedas hacia La Castellana.
- Guapa, ponte la máscara que hay a tu lado.
- No tiene ojos... no podre ver.
- De eso se trata. Para eso pagas.
Ella se la coloca. Lo último que ve es el edificio Metrópoli, entre Gran Via y Alcalá.
El coche para un poco despues. La puerta de su izquierda se abre. Una manos la invitan a salir. Baja del coche y cruza una puerta. El sonido de la calle se atenua. Baja unas escaleras. Al fondo suena una guitarra.
La sientan. Ella reconoce en la canción al Cucamusiketa
- ¿ Eres tu ?... pregunta.
La guitarra rie.
Ante ella hay una mesa con los manjares que solicitó para el servicio. Huele bien. Huele a canela.
Unos dedos recorren sus labios. Huelen a vino dulce. Saben a vino dulce. Ella abre la boca y los saborea. Imagina quien es el amo de esos dedos y su coño cruje. A la vez, unas manos separan sus piernas descubriendo su raja.. fueron claros, sin ropa interior. Ella se sabe ardiente. Reconoce el tacto de una lengua humedeciendo sus muslos. En su boca el primer manjar, le acarician los labios con un higo mojado en licor de menta. Muerde. La lengua en su coño dibuja circulos.
La guitarra sigue sonando, ahora su canción.
Al higo le siguen los dátiles, las uvas, la pizza, los pétalos de rosa fritos en miel, el ajo.... uno a uno cada bocado sugerido. La lengua entre sus muslos cambia de dueño y el placer continua. Cada vez que desfallece, una lengua en su boca la acomoda de nuevo en el asiento.
La guitarra deja de sonar. Solo hay silvidos bajitos y voces que tararean murmullando.
La levantan... La suben a la mesa... Al sentarse se clava en una polla. Siente y aulla. Por el culo entra, muy despacio, otra polla perfectamente lubricada. Aulla más. Su voz se apaga con la tercera polla que entra en su boca. Su alma aulla. Una cuarta polla pasea por su hombro derecho.
Solo silvidos y murmullos murmullantes.
El universo huele a canela. La tierra huele a canela. Las cuatro pollas son canela. Barnizados en canela y almizcle original.
La noche termina al amanecer.
Cuando El Bala le deja en la puerta del AVE a las 8:00 a.m. en punto, ella se quita la mascara mientras el ruido de las ruedas chirriantes del Citroen le dicen "hasta otra".
Sus piernas apenas la sostienen... se sienta ahí mismo, en el bordillo.
Mira hacia Madrid.
Mira hacia su Sur.
Cierra los ojos...
Brama...
Sabe que volverá...









