El tremendo escritor predica sus virtudes con frases subordinadas. Su público le admira. Su ombligo crece y todo lo engulle. Sabe que esta noche podrá follarse a una de estas jovencitas con gafas que leen en sus palabras mensajes que el no sabe que pudiesen existir. Es un cortapega existencial. Bebo y brinda. Brindo y bebe. Acaba a mi lado, en el sofa de seda. La dueña de la fiesta me mira entretenida. El me pregunta. Yo me invento. Nos emborrachamos. Despierto. Está a mi lado con la boca enormemente abierta intentando respirar entre sueños. Al levantarme abre sus ojos. Me pide más.
Cojo la botella....
Y le corto... y le pego...
1 comentario:
Que suerte ser limpiadora y no escritor...
Publicar un comentario