que encierran
la belleza más inocua
y menos delirante,
siento mi cuerpo
cubierto de agostos
que pesan
en una miriada de estorninos
que al amanecer
se posan en mi tejado
y esperan al sol que nace
abandonando mi espíritu
para realizar volúmenes imposibles
en equilibrios entropicos
que mecen mis manos
al ritmo herético
de pasados inviolables
que gimen adolescentes
de esperanzas henchidos
sin máculas de bondades
y sin cerezas.
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