que se dieron en su cama
alejados de los vientos
que conservan en sus cantos
la canción desesperada
del que sueña alejado
del encanto que le encanta
y que le convierte en llanto,
con sabor anacardo,
en vibrantes olas verdes
que se vienen desde lejos
avisando de su fuerza
que promete destrozar
todo aquello a lo que abrace.
Y se sienta en ese banco,
en su parque,
en el de siempre.
Entre madres con su hijos
Entre perras y entre amos.
Entre paseantes viejos.
Entre atletas que no sudan.
Entre árboles pelados.
Entre seres que no entiende.
Y se estira hacia atrás
levantando bien la vista
por encima de los gorriones
y de las copas de los castaños de indias
hacia el océano del aire
donde se mezcla el ayer y el entonces
con el mañana y ahora.
Y coge aire
hasta que le queman los pulmones.
Y lo retiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario