PLACER CUBANO

Mis dedos juegan dentro de sus dedos y los abandono para acudir al encuentro de su sexo, bajo las medias. Ella me reconoce arrogante y odioso y a mis manos como juguetes con forma de polla.



Su marido se perdió en Cuba buscando sexo para su mente matemática. Alli te encontró lasciva y pobre y con ese saber de los que cambian saliva por dolares. Tu lo dejaste llegar y te volviste con él.

La novia de entonces volvió a su Sevilla, dejándote la casa y los armarios llenos de ropa con dos tallas más y el hombre que tanto trabaja.

Tu me encuentras en la red y decides jugar. Yo no soy de los que dejan pasar la partida con una buena mano.

Te recojo en Serrano y besas mi lado derecho. Hablas y fumas. Sin preguntas. Traerás de Cuba a tu gente, tu casa es muy grande y tu familia abundante.

Es incómodo conducir con sólo una mano. Es bestial que mi copiloto se retuerza en vaivenes de espasmos de sexo en el coche. Los autobuses pasan, los motoristas pasan, los repartidores pasan, los guardias de tráfico pasan y tu con los pies en el salpicadero, las piernas abiertas y mis dedos en tu coño y en tu culo, gustas de que te miren en los semáforos.

El orgasmo viene de lejos, de Cuba. Cuando termina, te encoges, te recuestas en postura fetal de niña nonata y tu dedo pulgar aguanta en tu boca mientras el placer amaina y las medias se recomponen.