EL PIRULETAS

El Piruletas pide una de bravas y dos cañitas. Le indica con la barbilla al camarero que la otra es para mi. No me apetece levantar la cara de la mesa. Hay mañanas que todo importa una mierda y hay tardes que lo confirman, por eso una invitación a tiempo mejora las espectativas. El Piruletas se sienta a mi lado y pone delante de mis ojos el plato de bravas. Sale humo y huele bien. Sabe que llevo dos o tres días de caidalibre de bareto en bareto sin salir de la calle y sabe que me encantan las bravas. Me pregunta que cual tanga tiene la culpa esta vez y le respondo que la vida. Me dice que la vida ni siquiera lleva tanga, es demasiado sucia. Se llena la boca con tres bravas ardiendo y cerveza helada y se le hichan los mofletes y parece un payaso. Traga ruidosamente.

El Piruletas siempre nos sacó de lios cuando pequeños. Que si venian los polis a cacheo en el parque y pillaban la maria bajo nuestro banco, el decia que era suya de consumo. Que si nos dabamos de hostias contra los pijos del barrio Blanco y venian y le preguntaban el decía que no eramos de este parque. Si alguien se ponia mu pedo como para volver a casa y aguantar a la vieja dando voces y al viejo dándote de hostias, el Piruletas llamaba a casa y decia que te quedabas en su keli a ver una peli, que buen vecino decian todos!!!

Y a cambio solo tenías que dejarte tocar un poco, "la piruleta" como le gustaba decir a él, y por encima del pantalón.

Su mano apenas molesta mientras me pongo cerdo de bravas y pido la tercera caña...