miércoles, 27 de noviembre de 2013

A MENOS ALGO

Llaneando y tropezando. A menos algo en los termómetros que asoman sus naricillas contaminantes a las heladas ventanas abatibles de la calle. Viento cabrón repentino y meloso que se mete bajo las faldas para chocarse con paredes de denso nailon que dan calor a muslos suaves y mantecosos. Manos enguantadas. Cabezas engorradas. Bocas enfundadas. Miradas sordas. Orejas mudas. Pasos veloces hacia el autobús, hacia un sinfin de gentes, que miran gentes sin verlas, sin olerlas. Gente de piel bajo capas de frio. Rozan sus abrigos en el metro, en los ascensores, en el mercado, en el tren de cercanías. Abrigos enamorados que nadie sabe. A veces alguien se para y es cuando se pierde. Pensar aturde y distancia. Mejor no hacerlo. Mejor enamorarse de todo y hacer el loco saltando sobre las barandillas de las escaleras que te llevan a las plazas vacías de niños y de palomas y de ancianos. A menos algo, sólo lo enamorados medicados son capaces de reconocer los caminos invisibles que la nieve marcará cuando llegue y se quede.

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