Me enfrento a mi lectura
y siempre pierdo.
Demasiadas aristas
que no me entiendo
y que descubro
en esta ausencia
de rimas
y exceso
de adjetivos.
Al surgir desenfrenadas
como torrentes en primavera,
las dejo ir montaña abajo
y me olvido de sus sonidos
apenas nacen.
Son vacunas para mis ruidos.
Al alejarse notó que llega otra,
y después otra,
y otra más.
Salen de distintas grietas
en mi piedra, casi al azar.
Algunas pasan rápido
mientras otras se quedan más
y me permiten sumergir mis manos
en sus vísceras para deleitarme
con el tacto de su movimiento
apenas iniciado
para después golpearme con fuerza
y correr hacia otros ríos.
A veces me tientan
pieles ajenas,
para leerlas por primera vez
y odio hacerlo.
Leerme es apagarme.
Es mirarse al espejo
que refleja demasiadas caras
que fueron y ya no son
balbuceando miserias
mientras intentan sonreír
o llevar la copa
con incierta elegancia.
como esposa lésbica
y yo debo ser algo hetero.
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