Cada día mas gordo y cabrón. Pasea sus dos perritos sin despegar la vista de su móvil. Su martillo de comunicación, su hoz contra el mundo que no le gusta que es todo más allá de sus escupitajos.
El primer día que dejo de verse la polla al mear se puso triste y culpó a su ex novia, aquella que se largó hace 20 años harta de distancias y besos escritos. Aquella que le ponía el coño en la boca y apretaba los muslos y el se asfixiaba mientras ella daba alaridos de perra loca sin tener en cuenta los golpes del vecino en la pared compartida.
El primer día que paso de una cifra de tres números en el peso de la ducha, se desnudó completamente para comprobar la cifra y al levantar los ojos vio frente a él, en el espejo, el reflejo de otro que se había comido a si mismo varias veces, sin deposición posterior. Contempló audaz los surcos que el azadón de la vida le había marcado y las paletadas de grasa que moldeaban sus costillas como helado de madera derretido.
Y se compró perros pequeños y manejables. Cagadores continuos. Ladradores continuos. Pequeños monstruos hiperactivados que saltaban, corrían, cagaban, meaban, mordían, cagaban y cagaban y cagaban y cagaban.
Y el es feliz recogiendo sus pequeñas y malolientes mierdecillas. Y besa sus hocicos que huelen culos recién cagados de otros perros. Y se hace selfies con ellos. Y duerme con ellos. Y se unta mantequilla en la polla y sus perros se la chupan despacito, con esas lenguas pequeñitas que saborean otras mierdas de perros.
Y la vida sigue... que cojones!!!
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