se ha sentado
en mi puerta
como hacías antes,
cuando aún te querías.
Has mirado a mi ventana
extendiendo tu cuello
de caña seca de verano
y te he visto sonreír.
Podría haberme asomado
y haberte invitado
a restablecerme por dentro
tal y como sé que sabias.
Pero de nuevo tu impaciencia
ha puesto alas en tu espalda
y esa mirada medicada
que esconde tu futuro.
Te has levantado
y estirado tu falda.
He notado como dudabas
con cual pie dar el primer paso
del resto de tu vida.
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