al rocío y a la aurora,
con pasos de niño desconfiado
y sombra gastada.
Me he mareado
con su aliento
de siglos de veranos de risas
y sus naufragios.
Me he postrado
de rodillas
sobre la arena helada de diciembre
y sin húmedos castillos
Me ha vencido
su gris plomizo
que hierve incesante de olas
y se funde con el cielo.
He enloquecido
con el incesante rugido
que nace de sus tripas con algas
y revienta mi infinito.
He vuelto al mar,
como antes.
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