como un animal en la noche,
no prestando atención
al ruido que produce mi ansia.
Me separo y admiro
el manjar entre tus muslos,
templado y oceánico
con tu aroma a mi necesidad.
Me afeito, sólo, para no dañarlo.
Parece tan frágil.
Tan ajeno a ti.
Tan lejos de tu mirada
Tan distante de tu sonrisa.
Tan perdido entre tus pasos.
Tan poco presente en tus días
y tan poderoso en tus noches.
Mi labios se acomodan
a su tacto y descifran
el mensaje entre sus pliegues.
Mis dedos rozan
el perímetro como perros
vigilantes que saben
que es su alimento.
Comienzo elegante.
Consumo bestial.
Pierdo mi humanidad
y todo es olvido.
Mientras te corres,
baño mi rostro en tu fluido
en un bautismo furioso
que te convierte en mi río.
Después, el silencio.
Escucha.
Llega de nuevo
el tiempo,
que todo lo acaba.
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