entre rostros escondidos
bajo máscaras de tela
en estas noches de frío.
Rostros sin sonrisas
y sin estupidez
ni relevancia,
ni ímpetus,
ni miedos.
Solo ojos
que parecen
muy abiertos
y asustados.
Rostros tras máscaras
que cubren máscaras.
Caras a medias
que invitan
a la imaginación
a rellenar el resto.
Caras como galletas chinas
que descubren la verdad
antes del sexo
en el aseo del bar,
como premio o castigo
a la audacia del deseo.
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