me hayo,
dispuesto
a encontrarla
entre astillas
de huesos
y besos
inesperados.
Tras el batir frenético de palmas
que atruenan sin dejarse ver
por la labor realizada
del juego de mil palabras,
me ciegan la mirada
los focos que alumbran
la escena donde narro
vidas ajenas
de las que aprendo
métodos de huida.
Tras las palmadas que el éxito
confiere a los vencedores
que claudican al minuto siguiente
y son el barro de esculturas
humanas que gimen
en la inmensa soledad
que nace en enormes
habitaciones de hoteles.
Tras el canto de unas niñas
en las calles sucias
de cientos de extraradios
donde la Felicidad
duerme borracha
bajo cartones
con los ojos abiertos
hermosamente ciegos.
Tras el futuro
de los instantes pasados
que, aunque presentes,
se diluyen en la niebla
que nos rodea de repente
y nos aleja,
aunque
escuchamos nuestras voces
que nunca envejecen.
Tras mi libertad
absurda en esta realidad
en la que todo
miente.
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