y otras veces
se le olvida.
Si fuera fácil
todo el mundo
se daría besos
por las calles
o follarian
sin tener en cuenta
el género
y sin tener
que pedir permiso.
El mundo sería
un orgasmo infinito
y las cerezas
se pudririan
en las ramas
al no recogerlas
los enamorados.
Moriríamos todos
de amor.
Una extinción preciosa
y muy orgánica.
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