que no quería entrar.
Que prefería el otro lado de la puerta,
de la vida,
del armario,
de su sexo,
de su ropa tendida,
de las rocas a lo lejos.
Al otro lado del destino
impuesto e impostado.
Que ahí se quedaba
y que nada de versos
ni de besos.
Sólo el fluir del agua
entre los pinos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario